viernes, 22 de febrero de 2008

Si Camintito del Falla

Precioso pasodoble de la discordia, Si caminito del Falla, de Juan Carlos Aragón, que hubiera levantado al público en un final apoteósico. Pero, para mí, desencadenó en un fanatismo desorbitado cuando los espectadores hicieron gala al inicio del mismo de una emoción fuera de tono, no dejando ni escuchar a los que no entraron en el juego de esa mano negra que lo difundió. Por respeto a los autores –que compiten en un concurso donde se pretende que todos tengan las mismas oportunidades–, debieron guardar la compostura; como dice su cuplé, la culpa quizás la tengan los cables que están por todos lados. A partir de ahora, habrá que analizar lo ocurrido mirando quién se beneficia de esto. Puede que haya alguien que se abone al dicho Aquí quien no corre vuela, viendo los efectos que este entramado ha ocasionado y provoque que, al final, todos terminemos escuchando las coplas por internet antes que en el Falla. ¿Estas son Las cosas de Cádiz? ¡No! esto son Las cosas del querer que, como en la película, pueden tener un final trágico.


Si caminito del Falla
el corazón te palpita
de esa manera canalla,
que rompe y estalla
igual que un cañón.

Es que mil cosas bonitas
van a pasarte esta noche.
Sentirás que por fin
a tu puerta otra vez han llamado los dioses.

Te lo digo paisano porque yo viví una noche de esas,
no quedaban más gritos que el de nuestras manos llamando a la suerte,
ni más miedos que ver como a cada mujer le temblaban las piernas.

Abra ese telón,
que la función ya no se puede alargar más,
que ya no queda libre un palco ni rincón,
que está acabando con nosotros la Final.

Abra ese telón,
que el corazón me está volviendo a palpitar,
que no me acuerdo ya de la presentación
ni de los dos cuplés que vamos a cantar.
Y entre las negras y calientes
bambalinas, cuando gritan campeones,
por quince los corazones,
sus latidos multiplican.

Y mira si lo que te acabo de contar
fue más bonito y más tremendo
que ganar esa final
y más divino y celestial
¡ay, queridísmo paisano!

Que loquito de envidia,
hasta Dios esa noche volvió a hacerse hombre por ser gaditano.