domingo, 24 de enero de 2010

LA MUERTE

La muerte es una playa con cara de pena,
desnuda bajo el cielo bailando encendida.
La muerte es una lluvia que cae hacia arriba
y con su pelo largo y su espalda morena,
llevamos esperándola toda la vida.
La muerte es la mejor despedida del hombre.
No reconoce géneros, patrias ni edades.
Cuando estás como vivo se espera y se esconde
y pasa con nosotros cien mil navidades.
La muerte vive en la calle de al lado,
a la derecha del bar.
Es familia de la sangre roja, dolor y esqueleto.
La muerte compra en el supermercado
vino y rosas para merendar.
Yo, desnudo, siempre la saludo y le guardo un respeto.
La muerte un día se metió en mi cama
y con su espalda morena y su cara de pena
me puso la mano en mi lado más sano y le dije que sí,
pero como una fulana se fue de mi cama y me dijo:
“cabrón, tu todavía no, te ha tocado vivir”.
Su risa era como el viento de levante
tan divina y tan humana que era igual que una obra de arte.
Y como pude yo le susurré al oído:
“si algún día tú te aburres pues ya sabes donde vivo”.
Y al final como si fuera una dama decente
me puso el pan caliente para desayunar,
nunca olvidaré la suerte de cuando la muerte
me vino a encontrar.
Con la brocha en la pared me pintó: “Centinela,
que cuando te toque a ti yo te vengo a buscar,
y te voy a llevar al ladito de los míos,
tu amigo, tu tío, tu hermano y tu abuela”.

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