jueves, 3 de enero de 2008

Nuevo año, nuevos propositos

La felicidad está en el camino del trabajo
(José Martí)

Con la llegada del nuevo año son muchas las personas que aprovechan para marcarse nuevos propósitos. En ocasiones, se utiliza el comienzo del año como punto de arranque hacia una vida mejor y para ello nos planteamos una serie de objetivos.

Algunos se plantean sus propuestas, pero como si el decir fuese suficiente para el cumplimiento de algo, las olvidan a los pocos días, y ya nunca hacen nada más. Otros, van trabajando a lo largo del año en busca de esos objetivos. Y hay quien espera a finales de diciembre a ver que se puede hacer en un día.

Podemos diferenciar entonces a aquellos que se proponen algo pero sólo lo hacen a modo de comentario, y a aquellos que se proponen algo y establecen un plan de trabajo para ello.

Los primeros claro está, no conseguirán nada nuevo, puesto que lo suyo no es un plan de futuro y por tanto la repercusión a nivel psicológico es muy escasa o nula. Los segundos van a trabajar para sus metas, y si las consiguen la sensación será de satisfacción, eficacia, aumento de la autoestima… circunstancia que no debe servir para detenerse y conformarse con ello, sino para seguir creciendo. Si no se alcanzan las metas pueden aflorar sentimientos inadecuados tales como culpabilidad, impotencia, sentimiento de inutilidad, ansiedad o disforia. En vez de lamentarse por lo ocurrido, sería más adecuado extraer un aprendizaje y tratar de aplicarlo en el futuro. Cuando alguien no consigue sus propósitos debe preguntarse si el objetivo planteado era realista, si ha hecho el trabajo necesario para su cumplimiento: qué ha hecho y qué no ha hecho para alcanzar sus metas, y si ha puesto su empeño en la dirección adecuada. En base a ello puede establecer una nueva vía para seguir luchando por su objetivo.

Habría que distinguir entre metas cuyo logro depende de uno mismo (adelgazar, dejar de fumar, hacer deporte) y aquellas que en parte dependen de otros (conseguir pareja, llevarse mejor con el jefe). En este último caso la persona debería sentirse satisfecha si ha seguido los pasos correctos y al final no consigue su objetivo. Por ejemplo, en el propósito de conseguir una pareja, ¿qué se puede hacer? Entre otras cosas, dejarse ver, ser amable, ser uno mismo, entablar conversación… Si alguien hace todo eso y le dan calabazas, ¿cuál puede ser su reacción? Si ha hecho el trabajo tiene que sentirse satisfecho por haber hecho lo que corresponde, aunque al final, en algo que no depende de él, no haya podido conseguir su meta.

No podemos soñar que lo que se desea se realizará con solo decirlo. El trabajo y la decisión son una misma cosa, decir es ponerse a trabajar para esa decisión.

Hay sujetos, y entre ellos unos más que otros, que cuando alcanzan una meta se quedan esperando una recompensa, que cuando no llega, en lugar de trabajar para ello, se dedican a atribuir ineptitud al otro y después estupidez a sí mismo.

Desde el psicoanálisis, estar tristes o alegres, hacer las cosas mal o hacerlas bien, suponen el mismo gasto psíquico.

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